jueves, 26 de agosto de 2021

ATENTO A TU HORA

Mt 24,42-51

A nadie se le esconde que tiene asignada una hora final en este mundo. Y digo en este mundo porque, todos, sin ninguna excepción, esperamos que después de este mundo la vida siga. Es posible que muchos no lo piensen así o no lo crean, pero, independientemente de lo que tú pienses, tu corazón te dice que has sido creado para la eternidad. Y ese deseo, lo quieras o no, está impreso y deseado en tu corazón.

Muchos están, en estos instantes, consumiendo su tiempo en este mundo. Están en su hora final. Otros están casi en el instante, y a todos nos va llegando esos momentos. Muchos casi sin darnos cuenta, y otros repentinamente. Pero, cierto es que a todos nos llega. Luego, conviene prepararse y estar vigilante para que ese momento no nos coja desprevenidos. Ahora, ¿cuál es la preparación a la que debemos estar vigilante y, valga la redundancia, preparados?

Jesús nos lo aclara y descubre en el Evangelio de hoy: Mt 24,42-51 «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no... 

Hemos sido creados, no para morir sino para una vida eterna. Y es, precisamente, esa vida eterna la que debemos de salvar en el recorrido que tengamos en esta vida. Por tanto, es evidente, lógico y se sentido común que durante nuestro camino por este mundo busquemos alcanzar la vida eterna para permanecer - eternamente - junto al Señor. ¿Qué nos jugamos?, podemos preguntarnos.  Pues, nada más que pasar la vida eterna - para siempre - en la Gloria de Dios Padre, o, de no lograrlo, el sufrimiento, dolor y rechinar de dientes para siempre. 

Es cosa muy seria, pero, que el demonio se encarga de borrar de nuestros pensamientos seduciéndonos con las cosas de este mundo. Y de dejarnos seducir nos arriesgamos a perder esa Vida Eterna que Jesús, el Hijo de Dios nos viene a anunciar de parte de su Padre. De manera, que no podemos justificarnos de que hemos sido avisados. Avisados estamos a permanecer vigilantes en el amor, porque, llegado el Señor, si nos sorprende en el amor a los demás, nos ha encontrado vigilantes y preparados

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