jueves, 18 de agosto de 2022

A ESE DESTINO VAMOS: EL JUICIO FINAL

Así sucederá cuando llegue la hora del juicio final. Tendremos el nuestro, propio y particular, pero al final habrá uno de carácter universal. Podrá creer lo que desees y te interese, pero el Evangelio de hoy lo deja bien claro: Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, más pocos escogidos».

Evidentemente, todos somos enviados sin excepción, pero no todos aceptan esa invitación. Sucede ahora en nuestro tiempo y ha sucedido en todas las épocas. Es cuestión de planteárselo porque el tiempo es corto. Concretamente, el mío está próximo. Por tanto, la mejor opción de mi vida está en mirar al Señor y tratar, con mi humilde esfuerzo, vivir en su presencia cada día. Tratar de, donde Él me ha puesto, ser lámpara de su Palabra y de su Amor Misericordioso.

No hace falta buscar misiones extraordinaria y que suenen mucho, simplemente la tuya y la mía es la que tenemos en nuestro ambiente, en nuestro círculo, con los nuestros, con los próximos. Así de sencillo, abramos los ojos y veamos que el Señor lo que nos pide es que vivamos en su Amor y dando amor en donde estamos y con los que estamos. Posiblemente, ese será el traje de boda que debemos llevar. De lo contrario podemos averiguar que nos puede suceder. Tengamos confianza en el Infinito Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios y confiemos en Él. Nada le es imposible.


—¿Qué piensas al respecto, Pedro? —Preguntó Manuel.

—Supongo que habrá un juicio final. O mejor, te quedará todo claro sobre tu actitud y comportamiento en esta vida. Es decir, tú mismo te juzgarás.

—Es lo que pienso —dijo Pedro. Se nos abrirá la mente y veremos nuestros propios pecados y nuestra indiferencia al amor de nuestro Padre Dios.

—Pero, cuando nuestro corazón le confiesa y cree en Él, seremos perdonados. Su Misericordia es Infinita. Solo los que le rechazan serán víctima de sus propios pecados.

 

Esa es nuestra esperanza y nuestro gozo. Sabemos de la Infinita Misericordia de Dios, pues, Jesús, el Hijo de Dios Vivo, nos lo ha dicho y nos lo ha testimoniado entregando su Vida por verdadero Amor misericordioso. Y en esa esperanza y misericordia creemos y vivimos mientras nos esforzamos en ir lo mejor preparados y limpios.

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