miércoles, 31 de agosto de 2022

CONTÉMOSLE NUESTROS PROBLEMAS A JESÚS.

Suele suceder que antes los problemas que nos presenta la vida optemos por evadirnos y apoyarnos en las cosas de este mundo.  La esperanza, nuestra esperanza nunca podemos apoyarla en este mundo, porque, este mundo, es caduco y termina con la muerte. Por tanto, de nada vale aspirar a las cosas que él te ofrece.

Nuestra máxima aspiración es la Vida Eterna, y esa no es de este mundo sino del que nos promete, nos ofrece y de la que nos habla Jesús. La Buena Noticia que Jesús, el Hijo de Dios, nos trae es el gozo en plenitud y felicidad de la Vida Eterna, y es, precisamente Él el Camino, la Verdad y la Vida a seguir para llegar y alcanzar esa plenitud. Por tanto, pongamos en Él nuestra esperanza. Contémosle nuestros problemas y tengamos plena confianza en Él.

No pidamos razones ni entendimiento, porque, Dios es ininteligible para el ser humano. Pidamos fe, que nos de luz, sabiduría y capacidad de discernir y saber elegir lo bueno y lo eterno. Él, cuando quiera y decida, nos dará esa fe que quizás ahora no tenemos. Fiémonos de su Palabra y tengamos plena confianza en Él. Al respecto, el Evangelio de hoy habla de las curaciones que hacia a todos aquellos que se acercaban con fe y le pedían que les curase. Incluso, llegado a la casa de Pedro, cura a su suegra. Y es que estando cerca de Jesús todo tiene solución porque Él es la Vida Eterna.


—No cabe ninguna duda, el mundo, demonio y carne son los peligros del alma. Y, el demonio, sabe utilizarlos de forma muy astuta para seducirnos, engañarnos y alejarnos de Dios. ¿No lo crees así, Pedro? —dijo Manuel.

—Y difíciles de superar si te enfrentas por tu propia cuenta —alegó Pedro.

—¡Solos estamos perdido! El demonio es más poderoso e inteligente que nosotros. Necesitamos estar unidos y abiertos al Espíritu Santo.

—Sin lugar a duda —dijo Pedro. Nuestra fortaleza y esperanza están puestas en el Señor.

 

Y el diablo tratará de engañarnos, de seducirnos, como la fábula del cuervo y la zorra, y de hacernos ver que es mejor seguir con nuestras fuerzas e ideas y dejar lo que nos propone el Espíritu Santo. ¡Mucho cuidado, no dejemos nunca de orar y de permanecer al lado del Señor!

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