No hay cabida para la reflexión. Este pasaje evangélico no da lugar a dudas. Puedes tenerlas, pero de la misma forma puede venirse abajo todo lo que hasta ahora crees y apoyas en la historia antigua, moderna o contemporánea. No creer en el Nuevo Testamento, hechos de los apóstoles, es como negar los hechos que se apoyan en la historia. La Tradición y prestigio de la Iglesia da credibilidad a estos hechos.
Y ante el Evangelio de hoy no cabe ninguna evasión. Crees o no crees. Crees porque hay hechos evidentes que lo prueban, demuestran y dan testimonio de la Verdad. Y no crees porque prefieres entregarte al mundo y no comprometerte, por amor, en renunciar a ti para darte a los demás. Así de sencillo. La resurrección de la hija de Jairo, después de muerta, como sucedió con Lázaro, el buen amigo de Jesús, aleja toda duda del poder de Dios y de su Amor por salvarnos.
Pero, la curación de la mujer, que padecía flujos de sangre, nos deja enmudecidos y boquiabiertos sin poder de reacción ante las maravillas del poder del Hijo de Dios. ¡Realmente, Tú, Señor, eres el Hijo de Dios Vivo!
No se puede ignorar estos hechos y muchos otros. Cada pasaje evangélico nos descubre la Divinidad, y también la humanidad de nuestro Señor Jesús. Cuando creemos con suma facilidad todo lo que nos dice Bill Gates u otros científicos, porque lo han probado, negamos los hechos históricos, pero reales y vividos del Hijo de Dios. Es fácil creer muchos supuestos y deducciones con los que la historia llena muchas lagunas y vacíos para completar la cadena que explique muchos interrogantes en la historia del hombre. Y muy difícil creer históricamente en la Palabra de Jesús, el Hijo de Dios. La diferencia es que lo que suponen y deducen unos, en Jesús está probado por testigos que nos lo han transmitido por la Tradición y las Escrituras.
Posiblemente, ocurre que mientras creer en los científicos es indiferente y no incide de forma sustancial en mis proyectos y convicciones. Creer en Jesús afecta de forma profunda a toda mi vida, y derrumba mis ideas y proyectos para, desechándolos, dejar y poner en primer lugar los que me propone Jesús. Se trata de dejar mi volntad para hacer la Voluntad de Dios.
Y eso es molestoso, duro, fastidioso, complicado, complejo y muy difícil de vivir. Tan difícil hasta el punto de que no podemos hacerlo solos, sino que necesitamos la Gracia del Espíritu de Dios y el peregrinar intimamente unido a Él. Porque sin Él nada conseguiremos. Amén.
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