Jn 3,7-15 |
Quizás recibimos
el bautismo y no incide de una forma decisiva en nuestra vida. Es decir, nos
bautizamos y seguimos la misma forma de vida. No ha cambiado nada y, siendo los
mismos, seguimos haciendo lo mismo. Y eso debe ser entendido como una mala
señal o un mal signo. Porque, si por el bautismo nuestra vida sigue igual a
como era antes de bautizarnos y no sufre ninguna transformación hacia una Vida
Nueva, significa que le hemos cerrado la puerta al Espíritu Santo.
Y de eso somos
nosotros directamente los responsables. Porque, se nos ha dado desde lo alto la
capacidad para elegir y aceptar o no la acción del Espíritu Santo. Si bien, el
hecho de bautizarnos debe ser signo de que hemos aceptado el recibirlo y darle
la libertad de que actúe en nosotros. Pero, al parecer eso no sucede y
comprobamos que muchos bautizados siguen luego sus propias iniciativas o
apetencias sin tener en cuenta la acción del Espíritu Santo.
Precisamente, hoy
nos lo aclara Jesús en el Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo:
«No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento
sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así
es todo el que nace del Espíritu»
Nosotros podemos
entender a que se refería Jesús, pues tenemos ventaja sobre Nicodemo y que
nuestra Madre, la Iglesia nos lo ha enseñado y explicado. Pero, esa ventaja no
significa que hayamos abierto nuestro corazón al Espíritu, sino que, peor aún,
sabiéndolo lo tengamos cerrado a su acción. Y eso es muy grave para nuestra
salvación. Dependerá, pues , de nosotros que el Espíritu Santo actúe y nos
transforme, porque siempre respetará nuestra libertad en aceptarlo o no.
Recibir el
bautismo significa que aceptamos y queremos ponernos en Manos del Espíritu para
que, recibiéndolo nos transforme y nos dé esa Vida Nueva que viene de lo Alto y
de la que nos habla Jesús. Una Vida Nueva que nos va a dar Vida Eterna en
plenitud. Una Vida Nueva que transformará toda nuestra vida terrenal en los
diferentes estados de profesional, cultural, deportivo, lúdico, familiar y,
sobre todo, de piedad. Una Vida Nueva que se ve transformada y tocada por la
Gracia de Dios.
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