jueves, 11 de agosto de 2022

TU DEUDA TENDRÁS QUE PAGARLA

Recuerdo que, de joven, en algunas circunstancias te decías: «He fallado y cometido pecado» Experimentabas debilidad y en esa debilidad, ahora lo veo claro, seducido y animado por el demonio, te vencías a seguir pecando. Y no es lo mismo cometer un pecado que dos. Menos aún cometer más. Como reza el título de esta humilde reflexión, la deuda contraída hay que pagarla.

Pecar es desobedecer y quebrantar la Voluntad del Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios. Es un acto de desamor contra tu prójimo o contra ti mismo. Es ir contra la verdad, la justicia y el bien. Es romper la siembra que hay en tu corazón de amor misericordioso y gratuito que Dios ha sembrado en él, para transformarla en semilla cerrada y egoísta. Sabes que faltas a la Voluntad de Dios cuando haces algo grave y consciente que perjudica al prójimo; cuando exime de sus derechos al inocente o sometes a los débiles a tus egoísmos e intereses. Realmente, todos sabemos cuando no estamos en la dinámica de hacer la Voluntad de nuestro Padre Dios. Y lo sabemos porque dentro de nuestro corazón está sembrada y grabada a fuego la Ley de Dios — Jr 31, 31-33 —.


—¿Somos conscientes —dijo Manuel— de la gran basa y oportunidad que tenemos de actuar en nuestra vida misericordiosamente?

—Supongo —respondió Pedro— que, siendo consciente, no nos paramos a pensar su importancia ni le damos ningún valor. Al faltarnos fe solo pensamos en nosotros.

—En el Padrenuestro pedimos ser perdonados de la misma forma que perdonamos nosotros. Luego, nos comprometemos a que nos perdone nuestros pecados nuestro Padre en la medida que perdonemos nosotros.

—Y esa es la llave —afirmó Pedro— que nos permitirá ser perdonados.

—Evidentemente, concluyó Manuel. En el Evangelio de hoy, Jesús, lo explica y lo expone, comparando el Reino de los Cielos a ese Rey que quiso arreglar cuentas con sus empleados.

 

Está muy claro, con la medida que vivas tu misericordia serás tratado en tu propio juicio final. Una misericordia que se esconde en tus deseos de amar. Porque, quien ama perdona, es paciente y misericordioso. Nos damos cuenta, al experimentar nuestras debilidades y pecados, que tenemos la posibilidad de ser perdonados por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios. ¿Cómo no vamos nosotros a actuar de la misma manera con nuestros deudores?

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