No cabe ninguna
duda que cuando nos sentimos necesitados buscamos quien nos pueda solucionar
esa necesidad o problema. Es la necesidad la que nos pone en movimiento de
búsqueda. Dicho de otra forma, la necesidad despierta la fe. Es decir,
necesitamos confiar y poner nuestra esperanza en alguien en quien se pueda
confiar. Y Jesús es la Persona que reúne esa condición. Así lo creyó aquel jefe
de la sinagoga llamado Jairo para pedirle por la curación de su hija que
agonizaba. Y Jesús, que ha aprendido a tener mucha paciencia y a esperar el momento
de actuar, no en vano ha estado treinta años de vida oculta sin hacer nada extraordinario
y de vida sencilla y discreta, se pone en marcha hacia la casa de Jairo.
Se interrumpe la
comitiva al sentir Jesús que alguien le ha tocado el manto y ha salido una
fuerza de Él. Se vuelve y pregunta quien le ha tocado. Temerosa y avergonzada
responde una mujer enferma de flujo de sangre y explica el motivo que le ha
llevado a atreverse a tocarle. Jesús le responde: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada».
Mientras esto sucedía llegaron de la casa del jefe de la sinagoga para decirle que todo era inútil, su hija había muerto. Al oír esto Jesús le dice a Jairo: «No temas, basta que tengas fe» Lo que sucede a continuación lo sabemos. Y si no es así te invito a que lo leas – Mc 5, 21-43 – para que puedas entenderlo mejor y reflexionarlo. Porque esto sucedió. Ahora, lo que nos importa a nosotros hoy es responder a esa pregunta de Jesús: «No temas, basta que tengas fe» Creemos en Jesús y le pedimos que nos ayude a superar todas nuestras enfermedades, tanto corporales como espirituales para, ¡que es lo que importa!, estar a su lado cuando termine el recorrido de nuestra vida en este mundo. Porque lo verdaderamente importante es ser felices eternamente en la Gloria de Dios Padre. Lo demás, con la ayuda y el auxilio del Espíritu Santo, lo soportaremos. Lo que importa es perseverar y creer que solo el Señor basta.
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