domingo, 26 de julio de 2015

MOVIDOS POR INTERÉS

(Jn 6,1-15)


La pregunta que se me ocurre es: ¿Acaso nos podemos mover sin interés? La gente busca a Jesús porque en Él descubren la solución a sus problemas. Aparte hasta les da de comer. En consecuencia no le pierden de vista. ¿Actuamos también así nosotros?

La experiencia nos descubre nuestra propia condición de esclavos e impotencia sometida a inclinaciones y apetencias que nos dominan. Nos experimentamos incapaces de ser libres y nos movemos por intereses. Seguimos a Jesús, no por ser Jesús, sino por lo que nos da Jesús. Y quizás hoy nos ocurre lo mismo. Claro está que si Jesús no hubiese resucitado ni nos diera la vida eterna, ¿por qué lo íbamos a seguir? Supongo que esa deducción está clara.

De cualquier forma, eso nos descubre nuestras limitaciones y pobreza para liberarnos de nuestra cárcel humana que nos esclaviza. Y eso nos lleva a pedirle al Señor su Gracia para seguir a su lado y permanecer fieles a su Palabra a pesar de nuestros pecados y egoísmos. Nuestra purificación pasa por la Gracia del Señor y por dejarnos empapar por el Espíritu Santo.

Claro está que no podemos dejar de buscarlo para que nos sacie el hambre material y nos cure de nuestras enfermedades, pero también queremos ser sanados de nuestros pecados y salvados espiritualmente. Somos conscientes de nuestro egoísmo y eso nos descubre la necesidad de permanecer en Él. Necesitamos su presencia y su amor. Y nuestra alegría es descubrir que somos queridos, amados y salvados por nuestro Padre del Cielo. Porque Jesús nos lo revela y nos lo enseña.

El milagro que hoy nos presenta el Evangelio es un ejemplo y un testimonio de la Misericordia de Dios. Pero también un ejemplo de su humildad y servicio. No quiere protagonismo. Ha venido sin hacer ruido y sin privilegios, y se aleja ante la tentación de aquellos que quieren exaltarlo y nombrarlo rey por su poder y milagros. Jesús se desmarca de todo eso. 

Simplemente toca nuestro corazón para despertar en él nuestras ansias de servir y amar. Porque ese es el Reino que Él busca. Un Reino de amor, de verdad, justicia y paz.

sábado, 25 de julio de 2015

LOS PRIMEROS PUESTOS

(Mt 20,20-28)


No seríamos humanos si no buscáramos los primeros puestos. Lo normal es ambicionar lo mejor, lo de arriba. Eso siempre ha ocurrido porque es inherente a la especie humana. La libertad nos exige decidir, y la elección necesita de la fe, pero sobre todo de la confianza.

Los apóstoles, seres humanos, no escapan a esa característica y, como todos, ambicionan los primeros puestos. Hoy, el Evangelio de Mateo, nos narra la ambición de los Zebedeos que, a través de su madre, le piden al Señor los primeros puestos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y es que somos muy especiales, pues hasta nos gusta reservar nuestro propio lugar en las capillas e iglesias. 

Nos gusta distinguirnos o acomodarnos según apetencias, comodidades o caprichos. Y nos cuesta salir de esas costumbres o actitudes. Muchas veces confundimos las obligaciones, y hacemos bien, con el alejarnos de la necesidad de estar presente en la compañía del Señor. Eso se nota y cada uno debe saber cuándo le puede estar ocurriendo.

La respuesta de Jesús no se hace esperar: Dar a cada uno lo suyo es cosa que solo le pertenece a mi Padre. No somos nosotros los que elegimos, pues todo nos viene de Dios, y solo a Él pertenece la decisión de darnos nuestro puesto y lugar. Sin embargo nos marca un camino que nos orienta de cara a ser considerado y situarnos en un buen lugar: servir. Se hace necesario servir para optar a los primeros puestos

En la medida que tu vida esté fundamentada en servir a los demás, tu Padre del cielo te reservará un puesto de privilegio. Servir, que es amar, es lo que hizo Jesús al encarnarse en la naturaleza humana. Ya nos amaba antes como Dios, pero ahora nos ama en el Hijo, de forma más cercana, visible al vivir entre nosotros. No lo hizo tomando condición de Rey, ni de poderoso, sino que sin despojarse de su Naturaleza Divina, tomó la Naturaleza Humana igualándose con el hombre, menos en el pecado, para servirle por amor.

Él es el primero, el más grande, el Salvador, que por su amor nos ha rescatado de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios y salvarnos. Él es la Referencia y el Modelo a seguir para optar a un puesto privilegiado en la Casa del Padre.

viernes, 24 de julio de 2015

CONOCER PARA DEFENDERME

(Mt 13,18-23)


Estando en la ignorancia estás más a merced del Maligno, porque fácilmente te puede engañar. Necesitas comprender la Palabra. Tienes lo suficiente dentro de ti para entenderla, pero también tienes dudas, que añadidas a tus limitaciones: soberbia, envidia, avaricia, pasiones... es decir, tus pecados, pueden ponerte en manos del diablo y confundirte.

Se hace necesario conocer la Palabra y escucharla diariamente para, conociéndola, entender lo que Jesús nos dice y aconseja. Esta semilla es la que cae a lo largo del camino, que al estar desprovista de buena tierra queda a merced del demonio. Ocurre que otros que la escuchan la reciben con entusiasmo y alegría, pero pronto, por su inconstancia, poca frecuencia y contacto con el Señor, se debilitan por la mala tierra del mundo y ahogan su fe. Son los sembrados en pedregal, al no tener raíces profundas, su fe a la menor tempestad o tribulación se entregan en manos del mundo.

Sin embargo, hay otros que escuchan la Palabra, pero están en el mundo, entre abrojos, que les seducen con los encantos y maravillas del mundo, y borran de su corazón la Palabra, que debilitada por la seducción de las riquezas, les conminan a abandonarla y olvidarla, quedando estéril y sin frutos. Es el peligro de estar a medias entre Dios y el mundo. No se puede servir a dos señores, porque a uno le traicionarás. Estamos en este mundo, pero no pertenecemos a él, porque somos del Señor. Y eso debe quedar muy claro dentro de cada uno de nosotros que le intentamos seguir.

Por eso se nos hace vital la frecuente Eucaristía, a ser posible a diario. La perseverante oración y el contacto y compartir con los hermanos. La fe se fortalece cuando la compartes. Y cuando lo haces estás regando con el Agua de la Gracia tu propia tierra para que dé buenos frutos. Esta es la semilla que cae en tierra buena. La tierra que está abonada con la oración diaria; con la Eucaristía y la penitencia. Los abonos que fertilizan y preparan la tierra de tu corazón para que, bien abonada, dé los buenos frutos que agradan al Señor.

Y es bueno saber que no nos basta tener una tierra fértil, sino una tierra plena de fertilidad según nuestra capacidad de cultivo. Porque nuestros frutos deben ser de treinta, setenta o cien por ciento según la clase de tierra que se nos ha dado. 

Pidamos esa sabiduría, capacidad y voluntad de dar toda la medida que nos ha sido entregada y depositada en nuestras manos. Sin regateos ni rechazos, sino conscientes de nuestras limitaciones y pecados. Tengamos confianza y esperanza en la Misericordia del Señor.


jueves, 23 de julio de 2015

MORIR EN LA BESANA PARA DAR FRUTOS


Jn 15,1-8

Un grano de trigo que cae en la besana (labor de surcos paralelos que se hace con el arado) muere, y lo hace en el anonimato. Es decir, podemos entender que fracasa, que no se sabe más de él. Pero su muerte da paso a una espiga y en ella se encontrará fruto.

Quizás nuestras vidas deben hacer el mismo recorrido. Nuestra siembra consiste en vivir el amor al estilo de Jesús, porque podemos vivirlo a nuestro estilo. De hecho muchas veces lo hacemos cuando interpretamos la siembra a nuestra manera y según nuestra forma de cultivar. Quizás el abono que mezclamos con el estiércol es el pensado y elegido por nosotros, y la acción del Espíritu va por otro lado. ¿Escuchamos?

Quizás el agua de riego es la nuestra, pero no la de la Gracia de Dios. Posiblemente, a la hora de cultivar vamos pensando más en nuestros propios frutos que en los frutos que se derivan de la siembra del amor. Del verdadero amor. Del Amor que plantó Dios en nuestros corazones y que Jesús nos enseña con su Vida y su entrega plena.

Un amor que se da sin contraprestaciones; un amor que se entrega sin nada a cambio; un amor que escucha y comprende; un amor misericordioso, paciente y generoso. Un amor que muere poco a poco para que la semilla viva, nazca y dé frutos. Un amor olvidado, fracasado, perdido y aparentemente inútil. ¿Dónde vemos esa clase de amor que nos pueda iluminar?

¿No es la Cruz un signo de Amor pobre, humilde y abandonado? ¿Acaso fue Jesús vitoreado y enaltecido en la Cruz? ¿O por el contrario fue abandonado, injuriado, ridiculizado, olvidado y objeto de mofa? ¿Qué podemos decir al respecto? ¿Triunfó o fracaso? Supongo que todos estaremos de acuerdo que fue un gran fracaso. Sin embargo, ¿ha dado frutos? ¿Cuál es tu respuesta?

Es evidente que quién escribe esta humilde reflexión es, al menos, un intento de brote pobre y sencillo de fruto. Eso es lo que se esfuerza en ser. Posiblemente inmaduro, con muchas partes tocadas, podridas, pero en definitiva, fruto. Un fruto que, a pesar de no estar maduro ni en buen estado, se sabe bien cultivado y tratado por el mejor de los Labradores. Un fruto que es consciente que puede madurar y ser útil para que otros lo aprovechen por la Gracia de Dios.

Y en esa esperanza, abiertos a tu Gracia, seguimos en el camino aguardando, a pesar de las tempestades y debilidades, tu venida y tus cuidados, para presentarte nuestro débil y frágil esfuerzo en el deseo de que puedas encontrar los frutos que Tú esperas de cada uno de nosotros. Perdona Señor nuestros pecados y, en tu Misericordia, danos tu salvación.

miércoles, 22 de julio de 2015

LA RESURRECCIÓN, FUNDAMENTO DE NUESTRA FE

(Jn 20,1-2.11-18)


La Resurrección es el fundamento de nuestra fe. Si Jesús no ha resucitado vana será nuestra fe. Pero si Jesús Resucitó, tal y como lo proclama María Magdalena, y luego Pedro y Juan, y más tarde los apóstoles, Jesús es el Hijo de Dios Vivo.

Es un error apoyar nuestra fe en ritos, actitudes, tradiciones, y leyes, que nos puedan ayudar. Es un error fundamentar mi fe en razonamientos y principios porque están contaminados y viciados por el pecado, y porque además son limitados e imperfectos.

¿Cómo voy a entender la Voluntad de Dios? ¿Cómo pretendo exigir un Dios a mi medida y gusto? ¿Cómo reclamo un Dios que se adapte a mis ideas, sentimientos y pasiones? ¿Acaso sería entonces Dios? Un Dios que esté al alcance de mi entendimiento y que pueda abarcar con mi mente, dejaría de ser Dios. Dios es ilimitado, Infinito, Inmenso, inefable y está fuera de nuestro alcance. 

Pero se hace cercano, próximo y humano en la Persona del Hijo, de Jesús. En Él se nos revela y manifiesta su Amor; en Él nos descubre su Misericordia y Bondad; en Él nos ofrece la oportunidad de salvación a través de la puerta del Bautismo, que nos limpia, nos renueva y nos hace hombres nuevos renacidos a la Vida de la Gracia.

Hombres nuevos capaces de vencer, por la Gracia de Dios, el pecado, y perseverar en la fe sostenidos en la acción del Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, que nos asiste y nos protege contra la amenaza del Maligno. Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre, que ha Resucitado venciendo la muerte, y en Él, nosotros también la venceremos.

Seguramente que no entenderás la grandeza de ese Misterio, ni tampoco todos aquellos que le seguimos, pero la realidad es que Vive porque la Iglesia nos lo avala y nos lo confirma. ¿Cómo podemos fallarle? Se descubre nuestra condición humana y pecadora, y necesitamos la fe para seguir en pie y fiarnos de Él.

Jesús Vive y está entre nosotros. La experiencia de los apóstoles y de muchos más, entre ellos contemporáneos nuestros, nos lo testimonian. A fin de cuenta eso es lo que importa, porque si Vive, nosotros también en Él viviremos.

martes, 21 de julio de 2015

PRIMERO LA VOLUNTAD DE DIOS

(Mt 12,46-50)

No se trata de dilucidar entre madre y hermanos. Se trata de que lo primero sea priorizar la Voluntad de Dios. Concretamente, en ese momento del pasaje evangélico de hoy, Jesús prioriza la Voluntad de Dios, tal es la de proclamar la Buena Nueva a todos sus hijos, es decir, hermanos en el Padre Dios.

Y esa era la Voluntad de Dios en aquellos momentos, atender a aquellos hijos que le escuchan con atención. Cada instante tiene su importancia, pero proclamar y atender al prójimo, Voluntad de Dios, es la prioridad  a la que Dios nos exhorta. 

Por otro lado, María, la Madre de Dios, es la primera que cumple con esta exigencia a la que Jesús alude en estos momentos. Su Madre cumple la Voluntad de Dios aceptándole en su vientre y sometiéndose como esclava a su Voluntad. Su Sí decidido y firme la exalta como la sierva humilde de Dios.

Jesús aprovecha la ocasión para revelarnos que para su Padre lo verdaderamente importante es el amor a los hombres, y esa actitud de disponibilidad debe ser y estar de forma prioritaria viva en nuestro corazón. Nos lo ha revelado y proclamado en muchos momentos de su vida humana en la tierra. La parábola del samaritano, la del hijo prodigo respecto al hermano mayor, el rico epulón...etc. Y en el de hoy. 

No hay mayor prioridad que la de hacer la Voluntad de Dios, y esa empieza por el amor. Un amor a todos los hombres. No se trata de postergar a la madre o familia, sino la de poner todas las cosas en su lugar, y el amor es lo primero porque es el mandato supremo de Dios. Por amor hemos sido salvados, y por amor, Jesús se ha entregado voluntariamente a hacer la Voluntad del Padre y dar su Vida por cada uno de nosotros.

También, por amor, nosotros debemos entregarnos para proclamar y salvar, por la Gracia de Dios y en el Espíritu Santo, a los hermanos en Xto. Jesús. En esos momentos son ellos nuestros padres, madres, y hermanos.

Pidamos al Señor que nos dé la sabiduría de discernir en cada momento la luz de saber a qué atender y entregar nuestro amor. Amén. 

lunes, 20 de julio de 2015

TODOS QUEREMOS MÁS

(Mt 12,38-42)


Queremos decidir nosotros la hora y el milagro que nos convierta. No nos bastan los milagros que Jesús ha hecho, ni tampoco el tipo de milagro. Queremos el nuestro, el que nos dé la prueba que esperamos para abrir nuestro corazón a su Palabra.

¿No nos parece eso exigir demasiado? ¿Quiénes somos nosotros para exigir pruebas y milagros? ¿Acaso no nos gustan ni nos parecen pruebas las que ha hecho Jesús? ¿Es Él quien se tiene que adaptar a mí y hacer las cosas tal y como a mí me gustan y quiero? ¿Entra en nuestra cabeza pedir explicaciones al Señor después de demostrarnos su naturaleza Divina como Hijo de Dios? Posiblemente estamos ciegos y sometidos por el pecado en manos del demonio.

Hoy Jesús nos responde a estas pretensiones disparatadas y absurdas: ¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches.

No hay más que hacer ni demostrar. Todo está consumado, exclamó Jesús desde la Cruz. La Resurrección es la prueba culmen de la Divinidad del Hijo de Dios, Señor de la Vida y la Muerte. Con el Bautismo damos comienzo nosotros a nuestra Pascual personal sepultando todos nuestros pecados, por la Gracia del Señor, y renaciendo a la Vida Nueva, la Vida Eterna. Y esa es nuestra fe y en la que debemos depositar toda nuestra confianza.

No podemos usar al Señor como un banco de pruebas, y cada vez que nuestra fe se debilita y duda, pedir un signo o prueba. Ni tampoco pedir a nuestro antojo. El Señor ha venido a proclamar su Palabra, y está por encima de todos, y su Palabra se ha cumplido en todo, hasta el punto de morir y Resucitar. Es Señor de Vida y Muerte, del sábado y de todo lo creado.

Lo que ocurre es que no podemos ser nosotros los que decidamos, porque nuestra humanidad está sometida al pecado y seremos vencidos fácilmente. Dejémonos tomar por el Espíritu Santo y pongámonos en sus Manos, confiados en su Acción y su Palabra.