Lc 10,1-12.17-20 |
El mundo no puede mejorar si no mejoras tú. Eso está muy claro y todos lo entendemos. Nadie podrá hacer lo que está guardado para ti. Tú tienes una aportación que hacer a este mundo para mejorarlo. Tu parcela, tu propio ambiente, tu círculo de amistad, tu familia tendrán el sello del anuncio de la Buena Noticia, o por el contrario ese anuncio se perderá. Y el único responsable serás tú.
Jesús fundó su Iglesia en la roca de los apóstoles, pero está claro que ellos no se iban a quedar aquí hasta el final de los tiempos, por eso urgía fundar la Iglesia y dejarla como continuadora de su misión. Y a los apóstoles han seguidos otros apóstoles y así hasta nuestros días. Todos somos apóstoles en el sentido de que, por el compromiso de nuestro bautismo, estamos llamados a continuar y proclamar la Buena Noticia de Salvación. Y ese es nuestro reto, proclamar que Cristo Jesús vive y camina entre nosotros señalándonos el Camino, la Verdad y la Vida.
Por tanto. el Evangelio de hoy es una llamada a esa misión de proclamación de la Buena Noticia que todos los bautizados tenemos. Una proclamación que puede ser de diferentes formas y maneras, pero que, al final, es proclamación y anuncio del Reino de Dios. Porque, para unos podrá ser el anuncio por la palabra, pero para otros será el servicio al enfermo. Otro será la enseñanza, la justicia...etc. y cada cual según sus talentos o capacidades. Todos podemos en cualquier lugar que nos haya tocado vivir derramar ese anuncio de salvación por el hecho de ser hijos de Dios.
Nuestra alegría no debe estar apoyada en nuestros éxitos sino en que hemos sido elegidos por el Señor para esa misión y nuestros nombres, como nos dice el Evangelio están inscritos en el Cielo: Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
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