domingo, 7 de agosto de 2022

ALIMENTADOS EN LA ESPERANZA QUE DA LA FE

Es evidente que el camino se hace pesado y cansino. La dureza a que te somete te hace perder tu propio equilibrio y esperanza. Precisamente, es la fe la que te sustenta en la esperanza de un mundo mejor. Un mundo nuevo en el que la vida es eterna en gozo, felicidad. Un mundo pleno en la presencia de Dios.

Esperanzados en la segunda venida de nuestro Señor y en estado de alerta. Preparados y cuidados de estar perseverantes y fieles según la Voluntad de nuestro Padre Dios. La vida es una vigilia permanente en la espera de la segunda venida de Dios. Un espera que se concreta en una constante presencia del Señor en nuestra vida. ¿Cómo? Tratando de amar en cada momento. Porque, amar no es amarse, sino darse. Porque, cuando te amas a ti mismo cae en puro narcisismos y egoísmo.

Será, pues, de vital importancia gastar tu vida en verdadero amor. Ese amor que se da gratuitamente buscando el bien del otro sin más interés que el amor. Y esa será la mejor y única manera de ser sorprendido en esa segunda venida de nuestro Señor Jesús.

 

—¿Crees, Pedro, —dijo Manuel— que vale la pena vivir pensando en acumular riquezas y poder y ser sorprendido de esa manera?

—Creo que lo mejor será construir tu vida pensando en ese otro mundo que se esconde tras la muerte. Ese mundo que Jesús, el Señor, nos promete que vendrá para llevarnos a él.

—Supongo —dijo Manuel— que es la mejor opción. Porque, ¿de qué te vale ganar esta vida si pierde la eterna?

—Esa es la cuestión —afirmó Pedro. La que importa es la eterna, no está pasajera y llamada a caducar.

 

Flotaba en el ambiente que la vida tiene verdadero valor en cuanto se construye pensando en esa segunda venida del Señor. Cuando lo que se acumula son valores del Reino; actos de amor y de verdad. Es, entonces, cuando todo cobra sentido y verdadero valor. Porque, sorprendidos en esos menesteres, nuestra vida será plena y eterna de gozo y felicidad.

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