domingo, 28 de mayo de 2023

MOVIDOS POR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

El ser humano experimenta tendencia a unirse. Solemos pedir a alguien próximos a nosotros que nos acompañe a esto o lo otro. Es significativo que solos nos sentimos raros y, quizás, desprotegidos. Hemos nacidos para amar y el amar exige estar juntos. ¿Se te ocurre que puedes amar sin conocer las necesidades, ver el sufrimiento y las penurias de otros? ¿Y eso no implica y te descubre también la necesidad de estar juntos? Es decir, la unidad es consustancial al amor. No podrás amar, primer y único mandato, si te aíslas y caminas por tu cuenta. El amor no es individualistas sino plural.

Ahora, descubres y te das cuenta de la evidencia y necesidad del Paráclito. Tú, también yo y todos necesitamos el auxilio del Espíritu de Dios para poder amar como Él nos ama y, más todavía, para poder perdonar. Sin el concurso del Espíritu de Dios nos será imposible vivir en esa actitud y amar misericordiosamente. Es pues lógico que Jesús, que nos conoce a fondo, sepa que si Él se va hay que enviar al Espíritu. Necesitamos el Espíritu Santo para poder iniciar y seguir perseverando en el camino que el Plan de Dios sobre cada uno de nosotros ha diseñado.

La Palabra de hoy de Jesús deja todo muy claro: (Jn 20,19-23): Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Pocas palabras pero las precisas y profundas que la ocasión exigía y necesitaba. Ahí está se esconde la razón por la que necesitamos el Sacramento de la Reconciliación que a través de sus presbíteros recibimos misericordiosamente. Una reconciliación que se alimenta se fortalece en el Sacramento Eucarístico del que recibimos el fortalecimiento espiritual que nos sostiene en el camino y nos auxilia para superar las dificultades.

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