Hace días, cuando me disponía a cerrar la ventana, debajo de la cual hay una planta, cuyo nombre desconozco, pues de planta sé muy poco, observé que estaba muy deteriorada y débil. Sus hojas yacían cabizbajas y debiluchas mostrando el rendimiento a inclinarse agotadas con el sufrimiento de no poder aguantar más. Su aparente estado olía desesperadamente a muerte y su agonía era apremiante.
Sorprendido por tal visión, espeté a Berta lastimado por la perdida de la planta, pues había sido un hermoso regalo de mi hijo Pepe y su encantadora novia María. Más, Berta, mi mujer, más conocedora de lo que podía pasar, respondió con el regalo de un poco de agua, sólo un poco, que a gritos silenciosos, la sencilla y humilde planta clamaba desesperadamente. Sólo quedaba esperar y mis recelos de que pudiera entonarse estaban en cierta duda.
Sorprendido por tal visión, espeté a Berta lastimado por la perdida de la planta, pues había sido un hermoso regalo de mi hijo Pepe y su encantadora novia María. Más, Berta, mi mujer, más conocedora de lo que podía pasar, respondió con el regalo de un poco de agua, sólo un poco, que a gritos silenciosos, la sencilla y humilde planta clamaba desesperadamente. Sólo quedaba esperar y mis recelos de que pudiera entonarse estaban en cierta duda.
Al día siguiente, invitado por Berta a que mirase la planta, mi sorpresa fue todavía mayor, pues su vitalidad y fuerza cantaban al mundo su agradecimiento por el agua recibida. Su color verde contrastaba con una hoja amarilla que había muerto en la agonía, pero su resplandor general y sus hermosas hojas firmes, esbelta y de un sano y brillante color explicaban al mundo el milagro vital del agua (vease la fotografía arriba mostrada).
Lamenté no haberle hecho una fotografía en el anterior y lamentable estado, pero ahora sí se la iba a hacer, y arriba se las muestro. Es asombroso ver la diferencia. Imaginesen todas esas hojas que ustedes ven ahora tan esbeltas y hermosas, caídas, torcidas y derrumbadas.
Simultaneamente y, como de forma instantánea, surgió en mí está reflexión que trato de plasmar y de rumiar para provecho propio y de todos los que puedan aprovechar. Así como el agua es vital para la vida de las plantas, la oración es vital para la vida espiritual de un creyente. Así como el árbol necesita podarse, limpiar sus ramas infectadas, enfermas, desformadas y asimétricas, así, nosotros necesitamos también podar nuestra vida para no dejarla debilitar, enfermar y perderse.
Tengo que podar mi voluntad, y ejercitarla en una disciplina, alumbrada por la razón y sentido común, de hábitos constructivos y armónicos que estructuren mis actos de conductas y coloreen y fortalezcan mis responsabilidades. Tengo que podar mis sentimientos y afectos, que se desvían por las apetencias de tragar mucha agua, más de la que necesito, e ingesta mi voluntad y fortaleza, debilitándome y perdiéndome.
Tengo que podar mis amistades, que me pesan demasiado y me contagian a dejarme guiar por un camino indisciplinado,. fácil, cómodo y desorganizado, que dará al traste con el cuidado de mis ramas, de mi limpieza, de mis buenos hábitos, de mi entrenamiento, de mis ratos de sol y sombra, de mi propia contemplación, de ser yo mismo.
Tengo que podar mis resultados, y cuidar mi eficacia y mis talentos (frutos), pues soy árbol para dar frutos y debo de producirlos de la mejor calidad, en razón a mis talentos y dones, y no desperdiciarlos y mal gastarlos. Tengo que ser fiel a lo que se me ha dado, y responder en consecuencia. Tengo que estar muy pendiente a la poda de mi vida, pues en el camino hay muchas cosas que dejar y tomar, pues sólo lo bueno y verdadero permaneces, lo demás perece.
Y tengo, fundamentalmente, que aconsejarme por el mejor cultivador, por el mejor jardinero, por el mejor y más sabio labrador. Porque sólo teniendo al que lo sabe todo, lo arregla todo, lo cuida todo, y se ofrece y entrega a hacerlo, es como puedo mantener mi árbol erguido, digno, hermoso, fuerte y eternamente feliz.
El Evangelio de hoy nos muestra, casualmente, el contenido de lo que quiero expresar en esta simple reflexión, y precisamente por boca del que tiene verdadera autoridad para decirlo: JESÚS. Sin ÉL nada podemos hacer, y sólo permaneciendo en ÉL y cumpliendo sus mandamientos, podemos mantener nuestro propio jardín hermoso y eternamente cuidado.
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: ---Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo. Jn 20,15
ResponderEliminarMi Dios jardinero; mi Dios hortelano...
¡¡Suéltame María!!
En otro pasaje dirá... Id a Galilea. Ahí me encontraréis.
Gracias Salvador por recordarnos la importancia del cultivo de la oración. Contemplativos en la Acción. Ora et labora. ´
que lindo post Salvador, gracias, esas son las cosas que necesitamos para seguir realmente vivos. Me encantó lo de la planta, parece que las plantas y los animales nos muestran a cada instante, como la vida se abre camino. Saludos. Hilda
ResponderEliminarY después, tengo que cuidar la planta con todo cariño, protegiéndola de ataques externos, de la televisión, de la manipulación de los medios, de todo lo que me aleja del camino recto.
ResponderEliminarNo sé si has visto Wall.E. Es una película Disney pixar, y yo utilizo su imagen como icono. Pues bien, Wall.e es un robot que trabaja en la Tierra, limpiando toda la porquería que los humanos han dejado en ella. Hace ya 700 años que no queda vida en este planeta, porque las personas han acabado con todo. Un día Wall.e encuentra una planta. Se trata de un pequeño tallo verde en una maceta. El robot se da cuenta de la importancia de esto. Sabe que significa que todavía hay esperanzas, que aún se puede vivir en la Tierra, y protege la planta con su vida.
Nuestras vidas son también frágiles, y están constantemente expuestas a la contaminación del ambiente. Protejámonos de los medios, de la influencia de los políticos, de los charlatanes, de los que nos dicen que todo lo inmoral es bueno, y seamos nosotros los contaminadores, pero de oxígeno puro.
Hola Gizatar, sí, la oración es el cultivo de la amistad con el SEÑOR, que nos transforma y nos alimenta para amar a su estilo y darnos a los demás. Igual que la planta se enaltece y fortalece para servir de adorno y belleza, nosotros tomamos la Gracia del SEÑOR, para entregarnos en servicio a los demás.
ResponderEliminarUn abrazo en XTO.JESÚS.
Si, Hilda, las plantas y los animales cumplen a la perfección, ¡si las cuidamos!, su cometido. De la misma forma, nosotros injertados en el Agua que da Vida eterna, podemos y debemos dar el amor que nos corresponde dar.
ResponderEliminarUn abrazo en XTO.JESÚS.
Claro, eligelavida, precisamente la oración es el cultivo donde aprendo y me ejercito en discernir y cribar la paja del grano, las espinas de los claveles, lo malo de lo bueno, para dejar pura y sana la verdadera cosecha que significa el amor.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Pues así es mi amigo Salvador,
ResponderEliminarLas flores y las estrellas nos hablan de Dios... y las plantas en su maceta también.
Bendiciones
Todo lo creado, como muy bien dices, tiene el sello del SEÑOR, amigo Jorge. Todo está impregnado de su bondad y belleza, pues ha sido creado para el goce y disfrute del hombre, su debilidad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en XTO.JESÚS.