martes, 7 de octubre de 2025

CUANDO ELEGIR ES AMAR

Lc 10, 38-42

    Tenía que tomar una decisión, pero no sabía qué escoger. Dudaba, y su indecisión le causaba angustia, hasta el extremo que los sudores corrían por su cara.
 
    —¿Qué te sucede? —dijo Pedro—, al ver a Julio sudando a mares. ¿Te pasa algo?
   —No … no es nada. Bueno … estoy preocupado. Tengo que tomar una decisión y no sé qué hacer. ¿Puedes ayudarme?
    —¡Hombre, si puedo, con mucho gusto! ¿De qué se trata?
    —Me han ofrecido en el trabajo más tarea, pero con un buen aumento de salario.
    —Eso está muy bien, ¿y de qué tienes duda? No veo de momento el problema.
   —Se trata de que eso me ocuparía más horas. Ese no es el problema, sino que esas horas tendría que sacarlas de mi relación y tiempo con mi familia. Veré menos a mis hijos y a mi mujer, y …
    —Ese es el dilema —respondió Pedro, sin darle tiempo a acabar.
    —Claro, llevo un buen rato pensándolo y no llego a tomar una elección —concluyó Julio.
   —Mira, llega Manuel. Podemos aprovechar su opinión. Siempre nos puede ayudar. ¿Te parece?
    —Sí, claro. Su opinión puede venirme muy bien.
Hola, Manuel — le saludó Pedro. Julio tiene un problema. Le han ofrecido un aumento de sueldo, pero más horas de trabajo. ¿Qué opinión tienes respecto a eso?
    —De entrada, es interesante y atractivo. Pero, tomando un poco de pausa, pensemos lo que nos puede exigir: más tiempo, menos descanso, quitar horas de otro espacio … etc.
    —Sí, de eso estábamos hablando —respondió Pedro.
   —Ahí debe fundamentarse nuestra elección. Si el tiempo que nos exige perder tiene más valor o no. Porque si se trata de la familia, los hijos, me pregunto: ¿vale más ese dinero que la relación con tu familia?
    —Evidentemente —respondió Julio. Esa es mi duda, y mi preocupación. ¿Qué debo elegir?
   — Mira, hay un pasaje evangélico que ilumina muy bien este tipo de decisiones —Lc 10, 38-42— y que nos puede ayudar a tomar una buena y valorada decisión. Estando Jesús en una casa de íntimos amigos, mientras una hermana se afana en servirle, otra le escucha atentamente.
    —No veo ninguna relación con nuestro problema —apuntó Pedro.
    —Tiene mucha relación. La hermana afanada en el servicio, le pide a Jesús que le diga a su hermana que le ayude. Y Jesús le respondió: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
    Tampoco yo veo relación ni luz que me alumbre una solución —dijo Julio.
   —Hay algo muy importante. ¿No se dan cuenta? Las personas son más importantes que las tareas y los tiempos. Los quehaceres son solo un medio para hacer hueco a lo esencial, que es la escucha de la Palabra de Dios en medio de nuestra vida cotidiana. ¿Se enciende alguna luz?
   —Sí, parece que empiezo a ver algo más claro. Mi relación y tiempo con mi familia tienen mucho más valor que el dinero que pueda ganar de más. Creo que alumbro la decisión.
 
    “Julio comprendió que el verdadero servicio no se mide por el dinero que aporta, sino por el amor que lo inspira. Marta y María le habían enseñado, desde la sencillez de su gesto, que servir y amar no son caminos opuestos, sino dos rostros de la misma entrega.”

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