viernes, 27 de noviembre de 2020

LA HORA FINAL

Cada año experimentas la tentación de revisar tu vida, o de ponerte nuevos retos. Cada año es un terminar y empezar de nuevo con renovadas esperanzas. Esa es la intención y tambíén el esfuerzo. Posiblemente sea algo que duerme dentro de nuestro corazón y no podamos evitar. La hora final, nuestra hora final nos interesa y, también, nos preocupa. Y, en consecuencia, intentamos prepararnos para ese momento.

También sabemos que nuestra hora está marcada por, valga la redundancia, la hora de nuestra muerte. Que, sea dicho de paso, no sabemos el día ni la hora. Es posible que en algunos casos la veamos cerca, pero no sabemos el instante que decide presentarnos y... De la misma manera que ocurre eso, también - en nuestra vida - observamos brotes en las hojas de los árboles o que las hojas se caen. Deducimos con buen criterio que, en un caso empieza la primavera - verano, y en el otro, otoño - invierno.

¿Cómo no nos damos cuenta de otros signos y señales que nos anuncia el final de nuestra hora o la llegada del Reino de Dios? ¿Acaso estamos ciegos o miramos para otro lado? Posiblemente sea eso. Estamos bien instalados, cómodos y gozando de una buena salud y buena situación económica. ¿Para qué preocuparnos? Cumplimos con aquella parábola que Jesús nos contó del rico insensato - Lc 12, 13-31 - de la que estamos más cerca que lo que creemos.

Jesús nos advierte y nos llama a estar atentos y preparados. Es necesario proclamar que la vida y el mundo caminan y que el Reino de Dios se acerca. No sabemos la hora ni cuándo, pero si sabemos que llegarán. Y debemos estar atentos, observantes y disponibles a anunciarlo y a vivirlo según y en la Palabra de Dios y de acuerdo con su Voluntad.

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